Dice un proverbio chino que «el aleteo de las alas de una mariposa se
puede sentir al otro lado del mundo». Con esta frase se define el
«efecto mariposa», una de las bases de la teoría del caos. Y caos,
precisamente, es el estado en el que se encuentra ahora la diplomacia
«Marca España». Sobre el efecto del aleteo, da la sensación de que
despropósitos como el indulto en Marruecos y posterior detención en
Murcia del pederasta y supuesto espía Daniel Galván tienen alguna
relación con el incremento de la presión sobre Gibraltar, que ha
provocado ya que Europa dé un tirón de orejas a Madrid. En medio de este
escenario, el diario «El Mundo» publicaba ayer una entrevista con Ángel
Carromero en la que el dirigente de Nuevas Generaciones echaba leña al
fuego de la teoría de la conspiración y acusaba a los servicios secretos
cubanos de forzar el accidente en el que perdieron la vida Oswaldo Payá
y Harold Cepero, conocidos opositores.
El caso del pederasta indultado constituye una oscura trama de la que apenas se tienen certezas. Todo comienza el 18 de julio con una visita de Juan Carlos de Borbón a su homólogo marroquí, Mohamed VI. Allí el jefe del Estado español habría intercedido para lograr beneficios para 48 presos. Apenas diez días después, el 30 de julio se anunciaba el indulto masivo. Y con él estaballaba el escándalo: entre los indultados se encontraba Daniel Galván, condenado en 2011 a 30 años de cárcel por abusar de una docena de menores de entre dos y 14 años. La noticia incendió los ánimos en Marruecos y cientos de personas salieron a la calle durante varias jornadas consecutivas en Rabat. Las presiones terminaron obligando a recular a Mohamed VI, quien anuló el indulto. Finalmente, Daniel Galván fue arrestado ayer por la Policía española en Murcia. Hoy declarará en la Audiencia Nacional española y los jueces tendrán que inventar alguna receta «ad hoc» para que el pedófilo regrese a prisión. No se le puede juzgar de nuevo y, pese a haber sido indultado, la medida de gracia está revocada. Además, Marruecos rechaza recibirle por lo que todo apunta a que continuará el cumplimiento en Madrid ya que ni siquiera existe tratado de extradición.
En medio del despropósito, a nadie le convencen las diferentes versiones. En Madrid, pillada en fuera de juego, la Casa Real española trató de desvincular al Borbón de la petición de indulto, cuando días antes celebraba la intervención del jefe de Estado al lograr las medidas de gracia. Según la nueva versión, solo habría dado un nombre, el de un camionero de 69 años y enfermo que, paradójicamente, sigue en la cárcel, ya que solo ha sido liberado su hijo, con quien fue arrestado por transportar nueve kilos de hachís. Una tesis reforzada por medios como «El País», que ayer responsabilizaba a Rabat de haber liberado «por error» a 30 de los 48 reos. Desde Marruecos, Mohamed VI también se aferró a un poco creíble «yo-no-sabía-nada», afirmando desconocer los delitos que se imputaban a Galván. Lo que nadie explica es el papel de los servicios secretos en esta operación y el rol del pederasta dentro de esta estructura. Esta es la tesis defendida por «Lakome.com», diario online marroquí, que sugirió que la Inteligencia española fue quien incluyó al pederasta en la lista de presos a liberar. El ministro de Justicia marroquí, Mustafá Ramid, justificó la excarcelación por «motivos de interés nacional». La pista podría estar en las declaracio- nes a «Lakome« del abogado de Galván, Mohammed Benjaddou, que aseguró que su cliente le había confiado haber sido un agente de Inteligencia iraquí que trabajó para los servicios de Inteligencia españoles y estadounidenses para derrocar a Saddam Hussein. Una hoja de servicios que, por ahora, no le libra de volver a prisión.
Paralelamente al dislate del indulto, la diplomacia española abría un nuevo frente en Gibraltar. Una década después de que los militares españoles tomasen al asalto la isla de Perejil, frente a las costas de Marruecos, Madrid ha decidido reavivar el conflicto con el protectorado británico, recurso habitual cuando la derecha española necesita una cortina de humo. Primero intensificó los controles de entrada y salida al peñón, causando largas colas. Posteriormente subió el tono del enfrentamiento cuando el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, sugirió medidas como implantar una tasa de entrada y salida de 50 euros para «apretar las tuercas» a Gibraltar. Como era de esperar, la tensión se disparó. A las amenazas españolas respondió el Gobierno del peñón comparando la política del PP con el franquismo. Mientras, el jefe de Gobierno británico, David Cameron, observaba con «preocupación» la escalada dialéctica protagonizada por la «Marca España». Por ahora, es esta quien pierde la partida. Europa ha fijado una reunión para octubre con el objetivo de discutir la relación entre Madrid y Gibraltar. Eso sí, ha recordado que los controles deben de ser «proporcionados».
Por si esto fuera poco, llegaron «El Mundo» y Carromero para tratar de exculpar al dirigente del PP del siniestro que hace un año costó la vida a Payá y Cepero. Un nuevo incendio diplomático para un ministerio al que se le acumulan los conflictos.
El caso del pederasta indultado constituye una oscura trama de la que apenas se tienen certezas. Todo comienza el 18 de julio con una visita de Juan Carlos de Borbón a su homólogo marroquí, Mohamed VI. Allí el jefe del Estado español habría intercedido para lograr beneficios para 48 presos. Apenas diez días después, el 30 de julio se anunciaba el indulto masivo. Y con él estaballaba el escándalo: entre los indultados se encontraba Daniel Galván, condenado en 2011 a 30 años de cárcel por abusar de una docena de menores de entre dos y 14 años. La noticia incendió los ánimos en Marruecos y cientos de personas salieron a la calle durante varias jornadas consecutivas en Rabat. Las presiones terminaron obligando a recular a Mohamed VI, quien anuló el indulto. Finalmente, Daniel Galván fue arrestado ayer por la Policía española en Murcia. Hoy declarará en la Audiencia Nacional española y los jueces tendrán que inventar alguna receta «ad hoc» para que el pedófilo regrese a prisión. No se le puede juzgar de nuevo y, pese a haber sido indultado, la medida de gracia está revocada. Además, Marruecos rechaza recibirle por lo que todo apunta a que continuará el cumplimiento en Madrid ya que ni siquiera existe tratado de extradición.
En medio del despropósito, a nadie le convencen las diferentes versiones. En Madrid, pillada en fuera de juego, la Casa Real española trató de desvincular al Borbón de la petición de indulto, cuando días antes celebraba la intervención del jefe de Estado al lograr las medidas de gracia. Según la nueva versión, solo habría dado un nombre, el de un camionero de 69 años y enfermo que, paradójicamente, sigue en la cárcel, ya que solo ha sido liberado su hijo, con quien fue arrestado por transportar nueve kilos de hachís. Una tesis reforzada por medios como «El País», que ayer responsabilizaba a Rabat de haber liberado «por error» a 30 de los 48 reos. Desde Marruecos, Mohamed VI también se aferró a un poco creíble «yo-no-sabía-nada», afirmando desconocer los delitos que se imputaban a Galván. Lo que nadie explica es el papel de los servicios secretos en esta operación y el rol del pederasta dentro de esta estructura. Esta es la tesis defendida por «Lakome.com», diario online marroquí, que sugirió que la Inteligencia española fue quien incluyó al pederasta en la lista de presos a liberar. El ministro de Justicia marroquí, Mustafá Ramid, justificó la excarcelación por «motivos de interés nacional». La pista podría estar en las declaracio- nes a «Lakome« del abogado de Galván, Mohammed Benjaddou, que aseguró que su cliente le había confiado haber sido un agente de Inteligencia iraquí que trabajó para los servicios de Inteligencia españoles y estadounidenses para derrocar a Saddam Hussein. Una hoja de servicios que, por ahora, no le libra de volver a prisión.
Paralelamente al dislate del indulto, la diplomacia española abría un nuevo frente en Gibraltar. Una década después de que los militares españoles tomasen al asalto la isla de Perejil, frente a las costas de Marruecos, Madrid ha decidido reavivar el conflicto con el protectorado británico, recurso habitual cuando la derecha española necesita una cortina de humo. Primero intensificó los controles de entrada y salida al peñón, causando largas colas. Posteriormente subió el tono del enfrentamiento cuando el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, sugirió medidas como implantar una tasa de entrada y salida de 50 euros para «apretar las tuercas» a Gibraltar. Como era de esperar, la tensión se disparó. A las amenazas españolas respondió el Gobierno del peñón comparando la política del PP con el franquismo. Mientras, el jefe de Gobierno británico, David Cameron, observaba con «preocupación» la escalada dialéctica protagonizada por la «Marca España». Por ahora, es esta quien pierde la partida. Europa ha fijado una reunión para octubre con el objetivo de discutir la relación entre Madrid y Gibraltar. Eso sí, ha recordado que los controles deben de ser «proporcionados».
Por si esto fuera poco, llegaron «El Mundo» y Carromero para tratar de exculpar al dirigente del PP del siniestro que hace un año costó la vida a Payá y Cepero. Un nuevo incendio diplomático para un ministerio al que se le acumulan los conflictos.
Agujeros negros en la biografía del pederasta
¿Quién es Daniel Galván? ¿Cuál es su relación con los servicios
secretos iraquíes o españoles? Los interrogantes sobre el pasado del
pedófilo indultado en Marruecos y arrestado ayer en Murcia son muchos y
resulta difícil desvelarlos con los datos de una biografía con muchos
agujeros negros. Según han publicado diversos medios, poco se sabe de la
trayectoria vital de este hombre de 64 años que ejerció como militar en
Irak, se trasladó al Estado español en 1976 y cuyo último empleo allí
fue colaborar con la Universidad de Murcia, donde trabajó como becario,
dando clases de árabe, entre 1996 y 1998. Luego sería contratado hasta
2002, cuando no se presentó a unas pruebas, por lo que se trasladó a
Marruecos. Según su abogado, él habría declarado haber colaborado con
los servicios secretos iraquíes y españoles durante la agresión militar
que provocó el derrocamiento de Saddam Hussein. Lo que sí está claro es
su culpabilidad en los abusos a una docena de menores. Unas agresiones
que, según la agencia Efe, Galván habría justificado durante su juicio
(que tuvo lugar en 2010) argumentando que en Marruecos «todo se consigue
con dinero». La clave del proceso fue un USB donde guardaba imágenes
pedófilas.
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